Antes que nada, ser funky, significa estar en “onda”, ser “cool”, “hip” u otros adjetivos que engloban a una persona que vive plenamente los beneficios tecnológicos del SXXI.

Ahora sí…

La sociedad del siglo XXI, con sus Millenials, Centennials y diversos segmentos dictan los movimientos en el Marketing, Promoción y Publicidad, dado su nivel educativo y su renuencia a permanecer quietos. Para ellos, ser funky es más sencillo que para un individuo de 45 años que vivió la caída del Socialismo. Esto se debe a que dichos segmentos tienen las capacidades para estar a un nivel competitivo global, o porque tienen la preparación educativa necesaria para capacitarse y llegar a ese nivel.

Así como la revolución industrial transformó profundamente el capitalismo del siglo XIX, lo que la revolución tecnológica o del conocimiento, está haciendo otro tanto en la actualidad.

Podemos estar incorporados a ella y tener acceso al sinnúmero de oportunidades que esto conlleva, o se puede estar marginado de ella y quedarse sólo con los aspectos negativos. Como país, tenemos todo para incorporarnos a la revolución del conocimiento, pero desafortunadamente, el individuo no hace mucho para hacerlo.

Actualmente, las personas tienen una evolución dispareja con relación a la evolución informativa; los fenómenos que se están presentando hoy en día, como los conflictos bélicos en el Medio Oriente, el populismo, demagogia y claro, los altibajos en Wall Street por las economías mundiales, ponen en jaque y atrasan el desarrollo personal de los individuos, en todos sus niveles, tanto personal, como laboral.

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¿Qué pasa entonces en los países en vías de desarrollo, a nivel mercadológico?
Se aplican los antiguos estándares y el consumidor no puede gozar de una verdadera experiencia de marca. Por ejemplo, la India comenzó la producción de automóviles realmente baratos (ni siquiera ecológicos) y al alcance de la clase media-baja. Todos aquellos que comienzan a tener más ingresos, comprarán su auto simplemente por satisfacer el consumismo al que nunca perteneció; no lo hará por darse status, ni por llevar a la familia de paseo, sino por la vaga idea de tener coche.

El marketing involuciona y con él, la publicidad, la promoción, la propaganda. Todos aquellos anuncios que tanto odiamos por su falta de creatividad y torpeza en producción, serán el pan de cada día. Se informarán los beneficios del producto, en lugar de contar una pequeña historia de 30 segundos. Se crearán jingles odiosos, o comerciales en televisión tipo “Pinol” o “Suavel”, sin mencionar, por supuesto, la basura política de la propaganda en todos sus medios. Y eso, aunque no lo crean, le gusta a la gente que no es funky. Los clientes se vuelven tan cerrados que las agencias de publicidad (de contar con una), tienen que educarlos constantemente y quitarles el miedo a la creatividad. Por eso en Europa, donde la mayor parte de la gente es educada, los anuncios y las activaciones en punto de venta son tan geniales. Mientras que en Estados Unidos y América Latina (salvo Argentina y Brasil), seguimos sufriendo por la publicidad tan chafa que nos invade día a día.

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